El resultado global, 1-0, favoreció al conjunto dirigido por Gustavo Costas.
El hincha del león está más loco, loquito que nunca por Santa Fe –así como ellos braman–. Luego de 90 minutos de locura frente al Tolima, pudieron delirar mejor, satisfechos. La manada, su manada en la cancha, por fin respiró. Los jugadores escondieron esos colmillos desafiantes; se peinaron esa melena alborotada; guardaron las garras afiladas en todo el campeonato, y se pusieron esa corona brillante, tanto como una joya. Se proclamaron reyes, campeones de Colombia por novena vez. La afición del león, delirante, frenética, recogió del suelo el corazón angustiado y empezó a celebrar. Ahora están más locos que nunca por una enfermedad llamada Santa Fe.
Si los santafereños tenían angustia, temor, malos presentimientos, o las dudas de siempre antes de una final, estas se quebraron a los 12 minutos. Jonathan Gómez cobró un tiro de esquina que no era cualquiera; era la anticipación de los abrazos. Fue una jugada tan de ellos, tan santafereña, que no parece de memoria; parece más un ritual. El balón fue elevado, perfecto, a la cabeza de Héctor Urrego, un defensor osado, que llegó a su encuentro.
