La existencia de la humanidad tiene varias etapas que la definen en el tiempo, el espacio y la cultura, entre otras, puede citarse el referente de: antes y después de Cristo; ahora podemos decir: antes y después de la pandemia.
Todas las personas tenemos la posibilidad de recordar o visibilizar etapas importantes en el ciclo de vida, como el nacimiento, el primer día de clase, la organización en pareja, la definición de proyecto de vida en una profesión, arte u oficio y todo aquello que nos permita incorporarnos a la sociedad o al mundo laboral.
El día de grado como bachiller, es tal vez, una de las fechas más importantes y recordadas en el proceso de reconocimiento humano y social de una persona; porque se constituía en un evento de integración familiar, con festejos, ágapes, brindis, sueños y toda clase de exaltaciones para el Graduando que lo hacían sentir exitoso.
Ese acontecimiento gradual, se convertía en un momento de abrazos, lágrimas, recuerdos, anécdotas, despedidas y buenos propósitos entre sus excompañeros con promesas de no olvidarse entre sí. Así también, el reconocimiento a la segunda casa para la institución educativa que le otorgaba el título de bachiller y le daba el adiós, como apertura al nuevo camino que debía labrarse el Egresado.
Las actividades del colegio del último año marcaban una especie de hito o sello personal por todo lo ocurrido durante el desarrollo del año cierre del bachillerato; que, en algunas oportunidades, no daba tiempo para pensar entre, si se debía trabajar o estudiar o en lo que concretamente se iba a dedicar después de graduarse.
Sin embargo, un día sin pensarlo, llegó la pandemia del coronavirus covid-19 y todo lo cambio, y el grado 11 no fue la excepción, porque no se volvió a las aulas, ni a los corrillos del recreo, ni se organizó la tradicional fiesta de despedida, porque todo paso a la virtualidad y al colegio solo se fue a llevar uno que otro taller temático.
La tradicional ceremonia de grado como bachiller, paso a la virtualidad como un acto protocolario, social frio, desprovisto de elegantes trajes, sin fotógrafos que captaban el mejor momento, sin pomposas fiestas familiares en restaurantes, clubes y salones culturales; tampoco la esperada caminata y mirada alegre seguido del apretón de manos para recibir el anhelado título de bachiller.
Entre tanto, la familia, la sociedad y el Estado, están llamados a compensar el omitido apretón de manos para todos los Bachilleres graduados en el periodo de virtualidad, brindado oportunidades de ingreso a la educación superior y al empleo.
Desde esta columna, se extiende felicitaciones a todos los bachilleres de la virtualidad y les augura los mejores éxitos.
Pedro Nel Pinzón G.
