La mejor manera de conocer una verdad es sumergirse en la situación que la plantea, ver y sentir de primera mano los componentes de la misma.
Decidí aceptar un trabajo por unas horas en un bar. Me pareció genial, además del dinero, me impulsaba más el conocer o ver de otra manera el ambiente al que pueden llegar a estar expuestos los dueños y trabajadores de cada establecimiento.
A las 6 pm de un sábado en época de quincena. No habría mejor ocasión para ver la esencia del comportamiento humano bajo la influencia del alcohol.
Ya me habían recomendado que, debía estar listo para ir a los golpes de ser necesario, además de apostar por una postura algo fría para soportar lo que la noche traería.
Pero de a pocos la noche me fue revelando parte de sus historias. Mujeres rumberas, hombres en despecho y prostitutas buscando a un posible cliente, aguantando algunos abusos, tratando de dibujar los posibles limites, evitando llegar a ser degradadas aún más.
La diversión es necesaria. Un escape toma trascendencia gigantesca cuando se está en tiempo de crisis. El caso más tácito, es de nuestros vecinos que ante la desesperación buscan un escape, sin embargo, algunas inquietudes no me dejaron tranquilo.
Encontrar personas conocidas en aquel bar, era algo que no me pasaba por la mente, es especial personas que suelo ver por calle. Uno que otro que con niños de la mano pedían colaboración para comer.
Las sorpresas no terminaban. Menores llegaban al establecimiento. Mi obligación, pedir identificaciones. Irónico era que incluso los menores se veían mas adultos que yo, lo cual dificultó la tarea, además, una vez sentados era aún más complicado.
La diversión salva de la depresión o desesperación. Cualquiera que se haya encontrado en esta situación, puede comprenderlo. No es de ocultar que algunas veces necesitamos evitar los pensamientos y problemas que nos aquejan.
Es impresionante como la aceptación de un ideal tomado por la corrupción puede llegar a dañar el tejido social de una comunidad, de un país. Aún más impresionante, son los límites que se rompen por el tratar de suplir el escape a la realidad y lo que los impulsos llevan a realizar dadas las circunstancias.
Fui advertido que los baños eran piezas improvisadas. Me tomé muy enserio la vigilancia de los mismos. Mientras recibía los pedidos de las distintas mesas, no evitaba ver en dirección a los cuartos improvisados, previendo que no hubiesen mas de una persona ocupándolos. Me habían contado que ya, en ocasiones, llegaron a usarlos para el negocio de piernas.
No niego, la idea me sonaba fascinante, coger en un baño. Pero perdía interés cuando el contexto se hacía más real. Ver menores de edad tentando y haciendo parte de lo que adultos ya realizaban, era algo inquietante dada la edad de los actores.
No ataco las libertades, cada persona puede divertirse a su manera, es un derecho. Somos libres de gastar nuestro dinero, nuestro tiempo y energía en lo que creamos conveniente, es nuestro derecho. Sin embargo, la congruencia en nuestros actos también debe primar en algún momento.
No podemos exponer alguna situación sin la congruencia de la existencia de la misma. ¿Como podemos decir que pasamos hambre, cuando el dinero recogido en una tarde de caminata es gastado en alcohol?
Sería mejor tomar ejemplo de algunos amigos vecinos, que deciden montar un negocio, hay casos para mostrar, pero sería en otro artículo más adelante. Dejan ejemplo de un ferviente deseo de superar las crisis, dejando la diversión como disfrute y no cómo escape a la realidad.
Pero no es la única situación. Lo grotesco del hombre puede no ser el vómito en el piso, es más el comportamiento irracional, aquel que en golpes y botellas rotas se representan y dejan salir lo oscuro del ser mismo.
Es precario cómo nos degradamos, nos volvemos auto-inmunes y de a poco nos destruimos. Pasamos los tiempos preguntando y también buscando soluciones a problemas que solo nosotros podemos resolver.
Me bastaron ocho horas en un bar, para ver la ironía en los rostros comunes. Ocho horas para replantear ideas acerca de los que están “Necesitados”. Ocho horas para entender mejor que somos una relatividad ante la individualidad del ser.
Por: Juan Silva.