
El estrago de la pandemia no sólo ha sido sobre el sistema económico productivo, donde unos sectores han recibido un impacto mayor que otros. Y en esta cadena la pieza más débil es el trabajador informal, es decir, el del rebusque diario en las calles.
Un ejemplo de esa pobreza es el vendedor de lotería, chance o bolita, que, en los pueblos caribeños, bajo un sol calcinante de 50 grados, recorre las calles polvorientas ofreciendo su producto que, en muchos casos y después de hacer ese recorrido no aparece el comprador, pues los sitios más seguros para la venta son los bares o cantinas, y con la pandemia están cerrados. Hay que aclarar que este recorrido es a pie utilizando generalmente el calzado más barato del mercado, especialmente el chino o el segundazo con varias remontas. Nada de Adidas, Nike u otros tenis de marca.
Otros de los sectores también golpeados es el del servicio doméstico, con un trabajo mal remunerado y con una carga laboral agotadora. Y en este mismo nivel, también están los artistas callejeros y los mariachis, que ya no cantan, sino que gritan y lloran por su triste situación económica. Y en este grupo se encuentran los colegios privados especialmente los kínder y pre escolares, donde la mayoría ya están quebrados y cerrados para siempre.
Subiendo en la escala de servicios tenemos a los abogados litigantes de clase media y baja y a los odontólogos. Los primeros, luchan durante años para ver el curso de la demanda con la lentitud normal del proceso que generalmente supera los siete años, en promedio, y si la sentencia es favorable, otros años para su pago, excepto cuando el vencido es el Ministerio de Defensa, la Policía Nacional o la Fiscalía General de la Nación, y la famosa UGPP, cuyo pago es todavía más lento.
Por último, en esta tragedia están los odontólogos tradicionales y los especializados, incluyendo los radiólogos y los laboratorios dentales, enfermeras y auxiliares. Para estos profesionales el mayor enemigo actual es el tapaboca, pues muchas personas acudían a sus servicios profesionales para mejorar su rostro, ojalá con un diseño de sonrisa.
Se requiere entonces que el gobierno nacional mire con ojos más humanos y con dignidad a estos sectores mencionados, y les tire un salvavidas, pero no un torpedo como la factura electrónica.
Por: Francisco Cuello Duarte