
La guerra y los actos violentos han estado presentes en la historia de la humanidad, donde la fuerza mayor somete al débil; el poder dominante prevalece sobre los humildes o se tienen que imponer normas regulatorias de convivencia.
Sin embargo, los comportamientos hostiles entre los seres humanos necesariamente obligan a buscar espacios de reconciliación para llegar a puntos de convergencias o acuerdos para la supervivencia, donde cualquier circunstancia por dolorosa que sea, puede significar la oportunidad para recomponer la convivencia y vivir en paz.
En la antigüedad, cuando el poder mayor o igual buscaba someter a otro factor de poder, se reunían para fijar acuerdos o reglas de combate; nombraban unos voceros que parlaban o acordaban las reglas para superar las diferencias; hoy día pareciera que la sociedad necesita de voceros para llegar a concesos y desterrar los actos violentos.
La guerra, la violencia y los actos vandálicos, son contrarios a la condición humana, y en ese sendero los pueblos han trasegado entre la barbarie y la civilización; todo ello, para construir escenarios de paz. En ese proceso, no puede pasarse por alto las reflexiones de la primera y segunda guerra mundial; donde surgieron las modernas teorías del derecho a la convivencia pacífica: Los derechos humanos, el Derecho Internacional Humanitario, las constituciones de los Estados y Tratados Internacionales.
En ese orden de ideas, los derechos humanos implican en primer lugar, una cultura de doble vía comportamental, es decir, toda persona tiene derechos, pero igualmente tiene obligaciones que cumplir. En esa fase de implementación de los derechos humanos, que es el comportamiento primario y lógico en las relaciones de las personas, debe respetarse al otro como si se tratara de uno mismo.
Pero pareciera que en el proceso de humanización se hubiese hecho a la inversa o incompleto; ya que lo lógico es que primero se debe avanzar en la cultura individual de los derechos humanos; antes que entrar a la defensa de los derechos humanos, porque no se puede defender lo que no se auto practica o lo que no se conoce. Así las cosas, cuando se desconocen los derechos humanos, aparecen los conflictos y de paso los actos vandálicos, donde impera la fuerza bruta o la tecnología y se requiere aplicar el derecho internacional Humanitario, que es el que regula la guerra.
En la Sociedad del Siglo XXI, asoma un nuevo estadio que afecta la convivencia humana, y que se puede definir como de auto violación de los derechos humanos, es decir, cuando el individuo propicia su propia vulneración o agresión. Así las cosas, subir fotos personales o comentarios a una red social, implica una autoagresión propia o ajena, porque se renuncia a la propia imagen o se hacen acciones donde se provocan agresiones. Todo esto amerita cambios comportamentales, donde inicialmente el individuo y la sociedad conozcan o entren en la cultura y praxis de los derechos humanos, para luego avanzar en la defensa de los mismos, lo que pareciera estar haciendo falta en la capital del País y otras regiones, sin perjuicio de los bienes y defensa de los derechos públicos.
Pedro Nel Pinzón G.